Brasil se prepara para una transformación significativa en su infraestructura de transporte con la puesta en marcha del primer sistema ferroviario de alta velocidad en Sudamérica. Este ambicioso proyecto, cuya construcción está programada para iniciar en mayo de 2026, conectará tres de los centros urbanos e industriales más vitales del país: Río de Janeiro, São Paulo y Campinas.
La nueva línea, que se extenderá a lo largo de 510 kilómetros, está diseñada para operar a una velocidad máxima de 350 kilómetros por hora. Su implementación promete revolucionar la movilidad de millones de ciudadanos y consolidar la posición de Brasil como líder en innovación y desarrollo tecnológico en la región.
Uno de los beneficios más destacados será la drástica reducción de los tiempos de viaje. El trayecto entre Río de Janeiro y São Paulo, que actualmente puede superar las seis horas por carretera, se completará en aproximadamente una hora y cuarenta y cinco minutos. Se estima que el costo de un pasaje oscilará entre R$50 y R$64, mientras que la inversión total para la obra se proyecta entre los US$10.000 y US$20.000 millones.
Con una capacidad para transportar hasta 45.000 pasajeros, el tren de alta velocidad busca mejorar la conectividad y promover un modelo de transporte más sostenible. Sus objetivos incluyen aliviar la congestión en una de las autopistas más transitadas del país, disminuir las emisiones contaminantes, impulsar el turismo interno, generar empleo y dinamizar el comercio regional.
El diseño del ferrocarril incorporará tecnología de vanguardia, inspirada en los sistemas de alta velocidad consolidados en Japón y Europa. La ruta incluirá complejas obras de ingeniería como túneles y viaductos para adaptarse a la geografía del recorrido.
Tras una fase exhaustiva de planificación, las obras comenzarán en mayo de 2026. Se prevé que el servicio esté completamente operativo a principios de 2031. Un tramo particularmente desafiante, ubicado entre Jundiaí y São Paulo, iniciará su construcción en abril de 2027.
Este proyecto representa un hito sin precedentes en el continente, tanto por su escala técnica como por su potencial para fomentar una mayor integración regional, una visión que ha sido objeto de debate y planificación durante varias décadas
