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La ancestral celebración religiosa, reconocida por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, ha vuelto a desplegar su esplendor este mes de agosto, envolviendo a la comunidad en un ambiente de profunda devoción y tradición. Los ecos de tambores, el sonido particular de las quenillas y el simbolismo de las flechas marcan el ritmo de esta festividad.

Participantes y devotos describen este periodo como un tiempo de profunda reflexión, donde la fe se convierte en un lazo que une a todos, invitando a la paz espiritual. Se elevan plegarias al patrono, invocado como protector y guía, cuya intercesión es buscada para infundir esperanza y caridad en un contexto de incertidumbre nacional. La movilización de la comunidad católica es palpable, impulsada por el deseo de cumplir promesas y expresar gratitud al Santo Peregrino por la salud concedida, un bien preciado en tiempos donde muchas familias enfrentan desafíos económicos.

Más allá de su impacto espiritual, la festividad se ha consolidado como un motor económico y un significativo atractivo turístico. La profunda fe se manifiesta a través de siete procesiones, que simbolizan el peregrinaje del Santo Patrono y su legado de curación a los enfermos.

Aunque tradicionalmente la festividad inicia el 16 de agosto, este año su comienzo fue adelantado, adaptándose al calendario electoral ante la proximidad de los comicios generales dominicales.

El alcalde local ha subrayado la riqueza de esta celebración, viéndola como una fusión de devoción, arraigada tradición, expresión cultural y una forma de vida que se manifiesta en la vibrante indumentaria de los chunchos promesantes. Rememorando su propia infancia, el edil compartió cómo la festividad, observada desde el balcón de su hogar, dejó una huella imborrable en su memoria y corazón.

Tras la celebración eucarística, la primera de las procesiones recorrió las históricas calles del centro de la capital. La imagen del Santo Patrono fue acompañada por una multitud de promesantes, que incluían a los distintivos chunchos, quenilleros, cañeros, tamboreros y alféreces, junto a un fervoroso pueblo devoto

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