Una devastadora fuerza de la naturaleza impactó recientemente en el sur de Brasil, dejando un rastro de destrucción sin precedentes en la pequeña localidad de Rio Bonito do Iguaçu, situada en el estado de Paraná. El fenómeno meteorológico, caracterizado por vientos de hasta 250 kilómetros por hora, cobró la vida de al menos seis individuos y dejó a setecientas cincuenta personas con diversas lesiones.
El embate ciclónico se manifestó de manera súbita durante la tarde del viernes, transformando en cuestión de minutos el paisaje de esta comunidad de catorce mil habitantes. La furia del viento volcó vehículos y redujo a escombros numerosas edificaciones, incluyendo viviendas y estructuras públicas. Los residentes describieron la experiencia como un repentino ventarrón acompañado de una intensa tormenta y granizo, cuya corta duración no impidió una catástrofe de gran magnitud. La desolación es palpable, con calles y propiedades convertidas en una maraña de restos.
En medio de la tragedia, emergen relatos de resiliencia y milagros. Una de las habitantes, cuya tienda fue arrasada, compartió la angustia de haber dejado a su hijo en el interior del establecimiento justo antes del impacto. Afortunadamente, el menor logró salir ileso, un testimonio de supervivencia en un entorno de ruina total.
Las autoridades del gobierno de Paraná han confirmado el número de víctimas fatales y han movilizado a bomberos y equipos de salud de municipios adyacentes para atender a los heridos. De las setecientas cincuenta personas que requirieron asistencia médica, nueve se encuentran en estado grave y varias han sido sometidas a intervenciones quirúrgicas. Adicionalmente, se ha reportado la desaparición de una persona, y las brigadas de rescate continúan recibiendo reportes de familiares, lo que podría modificar esta cifra en las próximas horas. La comunidad se enfrenta ahora a la ardua tarea de reconstrucción y recuperación


