La nación boliviana se alista para un hito democrático el próximo 8 de noviembre de 2025, con la solemne Transmisión del Mando Presidencial. Este acto, arraigado en una profunda tradición, simboliza la continuidad institucional y el traspaso pacífico del poder, valores fundamentales para la estabilidad del país. Lejos de ser meras formalidades, el protocolo y el ceremonial de esta jornada son considerados pilares esenciales para la preservación de la legitimidad y la estabilidad del sistema democrático.
En ocho días, Rodrigo Paz Pereira y Edmand Lara Montaño asumirán sus cargos como presidente y vicepresidente, respectivamente, para un periodo de cinco años. Este evento se enmarca en un nuevo ciclo político que busca revitalizar los símbolos de unidad regional que forjaron Bolivia hace dos siglos, según los preparativos que se desarrollan en La Paz, epicentro del poder político nacional.
La jornada iniciará en el moderno hemiciclo parlamentario, inaugurado en 2021, un escenario fundamental para este traspaso de poder. Allí, el vicepresidente saliente presidirá la testera. A su derecha se ubicarán el presidente saliente y, a continuación, el presidente electo. A la izquierda del vicepresidente, tomará su lugar el vicepresidente electo, quien será el primero en prestar juramento. Tras esta formalidad, el flamante titular de la Asamblea tomará juramento al presidente electo, imponiéndole la banda presidencial y la Medalla de Bolívar. Este símbolo, cargado de historia, evoca el nacimiento de la nación.
Una vez concluido el juramento y su primer mensaje a la nación, el presidente Paz se dirigirá al Palacio Quemado. En este histórico recinto, recibirá el Bastón de Mando de manos del Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, un gesto que representa el reconocimiento solemne del nuevo mandatario como Capitán General de las Fuerzas Armadas. Posteriormente, en el majestuoso hall del Palacio Quemado, adornado con un imponente sello que representa la sede de gobierno, el presidente recibirá el saludo protocolar de los jefes de Estado y las delegaciones extranjeras. Finalmente, junto a sus invitados especiales, el mandatario se trasladará al Salón Rojo, ubicado en el segundo nivel del Palacio, desde cuyo balcón, con vista a la Plaza Murillo, presenciará los primeros honores militares.
En cuanto a las tradiciones, la Constitución de 2009, que establece a Bolivia como un Estado laico, eliminó la práctica del Te Deum, una misa de acción de gracias que se celebraba cuando el Estado era oficialmente católico. Durante un periodo anterior, se incorporó una ceremonia indígena de k’oa, a cargo del Consejo Nacional de Amautas. Sin embargo, en esta ocasión, se ha indicado que no se prevé ningún ritual religioso específico, dado que el presidente electo profesa la fe católica.
Este evento adquiere una resonancia particular al considerar el historial político reciente del país, donde desde el año 2000, ningún presidente electo había logrado completar su mandato constitucional debido a diversas crisis sociales o políticas. Entre los casos destacados, se encuentran la salida de Hugo Banzer por enfermedad, la renuncia de Sánchez de Lozada en 2003 en medio de la guerra del gas, la dimisión de Carlos Mesa en 2005 por convulsión social, y la partida de Evo Morales en 2019 tras denuncias de fraude electoral, a pesar de haber gobernado por más de catorce años en tres periodos y buscar un cuarto. Por ello, la ceremonia de noviembre se percibe como un restablecimiento de la normalidad democrática. La significativa presencia internacional, con la confirmación de al menos una docena de delegaciones y varios jefes de Estado latinoamericanos, subraya la relevancia de este momento para la estabilidad regional y global, marcando un contraste con eventos previos como la celebración del Bicentenario


