El fútbol boliviano conmemora un hito fundamental: la clasificación a la Copa del Mundo de Estados Unidos 1994. Fue el 19 de septiembre de 1993 cuando la selección nacional, bajo la dirección técnica de Xabier Azkargorta, aseguró su presencia en la máxima cita del balompié global, coronando una campaña eliminatoria excepcional. Hoy, en 2025, ese recuerdo permanece vívido, mientras el actual combinado nacional mantiene viva la aspiración de alcanzar el repechaje rumbo al Mundial de 2026.
Esa generación de talentos, integrada por figuras como Marco Antonio Etcheverry, Erwin “Platiní” Sánchez, Julio César Baldivieso, Carlos Trucco y William Ramallo, superó expectativas en un grupo sudamericano de alta exigencia que incluía a potencias como Brasil y Uruguay, junto a Ecuador y Venezuela. El combinado boliviano finalizó en la segunda posición con once unidades, destacándose por ser el primer equipo en la historia de las eliminatorias en vencer a Brasil, con un memorable 2-0 en el estadio Hernando Siles de La Paz.
La ruta hacia el Mundial estuvo marcada por una solidez inquebrantable en condición de local, donde obtuvieron victorias en todos sus encuentros. La confirmación de su pase a Estados Unidos 1994 llegó el 19 de septiembre, tras un empate 1-1 frente a Ecuador en Guayaquil, con la anotación decisiva de William Ramallo.
La noticia de la clasificación generó una euforia colectiva en todo el país. Millones de ciudadanos salieron a las calles para celebrar el acontecimiento, que trascendió lo meramente deportivo. Aquel logro se transformó en un poderoso símbolo de esperanza y cohesión nacional, uniendo a la nación en torno a los colores de su camiseta en momentos de particular relevancia.
Ya en la fase final del torneo, Bolivia debutó contra Alemania en Chicago, cayendo por la mínima diferencia de 1-0. Posteriormente, empató sin goles ante Corea del Sur y concluyó su participación con una derrota de 3-1 frente a España. El único tanto boliviano en la competición fue obra del mediocampista Erwin Sánchez, resultando en la eliminación del equipo en la primera ronda.
Treinta y dos años después de aquella gesta, el espíritu de 1993 resurge con fuerza. La actual selección nacional, bajo la dirección técnica de Óscar Villegas, ha reavivado la ilusión al asegurar su lugar en el repechaje para la Copa del Mundo de 2026, certamen que se llevará a cabo en Estados Unidos, México y Canadá.
Este paralelismo histórico genera un entusiasmo palpable entre los aficionados. Si en 1993 Bolivia sorprendió como un contendiente inesperado de Sudamérica, hoy aspira a emular esa proeza. La combinación de jóvenes promesas como Miguel Terceros, Efraín Morales y Moisés Paniagua, junto a la veteranía de Carlos Lampe en sus últimas temporadas con el combinado nacional, alimenta la expectativa de un retorno a la élite del fútbol mundial.
El desafío es considerable, pero la reverberación de aquel triunfo de hace más de tres décadas continúa inspirando a las nuevas generaciones. A 32 años de su última clasificación mundialista, Bolivia proyecta su mirada hacia el futuro con una esperanza renovada: volver a una Copa del Mundo representa más que un objetivo deportivo; es una profunda aspiración emocional para un país que vibra al compás del fútbol


