
La creciente preocupación por la seguridad energética del país ha catalizado el impulso de importantes iniciativas. En este contexto, el proyecto hidroeléctrico El Carrizal emerge como una alternativa estratégica, prometiendo no solo una significativa generación de electricidad, sino también un vasto sistema de riego para el desarrollo agrícola.
El panorama energético boliviano enfrenta desafíos considerables. La producción de gas natural ha mostrado un declive, y las proyecciones indican una posible crisis de suministro eléctrico a partir de 2028, especialmente para las plantas termoeléctricas que dependen de este recurso. Expertos en energía han subrayado la urgencia de transitar hacia fuentes limpias, dada la actual dependencia del país, donde más de dos tercios de la electricidad se genera a partir de gas natural. Las estimaciones sugieren que las reservas gasíferas actuales podrían ser insuficientes en pocos años, lo que eventualmente obligaría a la importación para satisfacer la demanda interna, a menos que se descubran nuevos yacimientos de gran escala.
Ubicado en el río Cambalaya, que marca el límite entre Tarija y Chuquisaca y se une al Pilaya para formar el Pilcomayo, El Carrizal está diseñado para producir 360 megavatios de energía. Además de su componente eléctrico, el proyecto contempla la irrigación de aproximadamente 90.000 hectáreas, lo que representa un impulso fundamental para la producción agrícola, particularmente en la región del Chaco y el valle central.
Recientemente, se ha conformado una comisión técnica dedicada a acelerar la materialización de esta obra. Su misión abarca desde la recopilación de información detallada hasta la gestión del financiamiento necesario para la ejecución. El proyecto, que implica la construcción de una presa de 160 metros de altura que creará un espejo de agua de 30 kilómetros cuadrados y un túnel de conducción, se estima en una inversión de 1.300 millones de dólares. Sin embargo, se requiere una actualización de costos para ajustar el presupuesto final a las fluctuaciones actuales del mercado de materiales.
Los beneficios de El Carrizal trascienden la mera generación eléctrica. Si bien cubriría la demanda interna de Tarija, el proyecto dejaría un excedente de 300 megavatios disponible para el mercado nacional e internacional, fortaleciendo así la seguridad energética del país. En el ámbito agrícola, la escala del sistema de riego propuesto es notable, superando significativamente la capacidad de proyectos existentes y prometiendo transformar la productividad de vastas extensiones de tierra. Esta iniciativa no solo beneficiaría los cultivos en el Chaco, sino que también se considera su potencial impacto en el valle central de Tarija.
Este ambicioso proyecto se perfila como un motor de desarrollo integral para el sur de Bolivia, con impactos positivos para los productores del Chaco, el valle central de Tarija y el departamento de Chuquisaca. Su éxito dependerá de una estrecha colaboración entre los comités cívicos de Tarija y Chuquisaca, junto con el apoyo coordinado de las autoridades nacionales, para asegurar la oportuna realización de los estudios y proyectos complementarios. La envergadura de El Carrizal es tal que se anticipa que su propia dinámica económica impulsará mejoras en la infraestructura vial, como la carretera hacia el Chaco, facilitando la conexión entre las áreas de generación y consumo de agua